Un fusil sencillo pero bien diseñado, con un único elástico de 16 capaz de impulsar la lanza de 7,5 sobre objetivos a más de 4 metros de distancia
Nilo Mazzarri
Septiembre, el mes de la luz dorada y de las primeras brisas frescas, cuando el mar se vacía de barcas y se llena de silencios. Los fondos empiezan a cambiar de color, los días se acortan, los peces vuelven a mostrarse menos recelosos y se encuentran con mayor frecuencia. Es un periodo en el que la paciencia y la precisión pesan más que la fuerza.
El Sniper Evo Roller 95 de Pathos se muestra desde el primer momento como un fusil compacto y potente, pero al mismo tiempo ligero, reactivo e intuitivo. El casco ovalado de aluminio rigidizado con guía de lanza integral en riel cerrado aporta estabilidad. La cabeza se mantiene reducida y limpia, minimizando la resistencia en el agua, mientras que la empuñadura ergonómica favorece una puntería natural e inmediata.
La lanza Sandvik de 6,75 con punta trícuspide es impulsada por un elástico circular de 16 pretensado, que asegura una aceleración progresiva, para un disparo tenso y con casi ningún retroceso. El sistema roller con ojiva en Dyneema libera la lanza de manera lineal y silenciosa, manteniendo energía residual más allá de los cuatro metros. El mecanismo de disparo lateral y el gatillo retrasado en acero inoxidable ofrecen una carrera corta y limpia, con percepción directa del disparo. Un apoyapecho integrado facilita la carga también en sesiones repetidas.
La intención declarada por la empresa es conjugar la eficacia balística del sistema roller con un casco ágil, bien equilibrado y preciso. Por eso decidí probarlo precisamente en este contexto: el sur de Elba a finales de verano, entre desprendimientos, bajíos y praderas de posidonia; la visibilidad es generosa y el pescado aún desconfiado.
Una máquina lista para usar
La primera salida se desarrolla sobre las puntas y los bajíos al sur de la isla, entre los 12 y los 20 metros. El agua de septiembre todavía está cálida y transparente, con los rayos oblicuos del sol que se filtran entre las rocas.
El fusil se muestra equilibrado desde las primeras inmersiones: trim ligeramente positivo, giro lateral rápido y una estabilidad sorprendente al apuntar. No tiende a levantarse ni a caer de punta, mérito de la cabeza compacta y del casco esbelto. Transmite ligereza y solidez a la vez: tengo la sensación de manejar una herramienta que no tiene que demostrar nada, sino que hará su trabajo con discreción.
Aquí está el barracuda
Deslizo hacia el fondo y me coloco a unos 11 metros, escondido tras un bajo espolón rocoso. La visibilidad es perfecta, el sol atraviesa nítido y las sombras bailan sobre el fondo. Tras unos instantes, el brillo típico de escamas alargadas rompe la monotonía: un banco de barracudas patrulla el borde del bajío.
Permanece receloso, compacto, moviéndose como una sola criatura. Con pequeños gestos casi imperceptibles intento despertarlos la curiosidad. La corriente juega a mi favor, el roller ya está firme, alineado con la mirada.
Un ejemplar se acerca más que los demás. Sale el disparo, la lanza corta el agua e impacta con decisión en el centro del cuerpo. El pez intenta una breve carrera, pero la recuperación no presenta problemas: el carrete desliza fluido, acompañando la tracción sin llegar a bloquearse y me permite gestionar la captura sin estrés.
En ese momento entiendo lo esencial que es tener un fusil que no se mueva ni un milímetro en el instante del disparo: precisión pura, sin concesiones.
La palamita en caída
Unos días después, durante una caída lenta sobre un fondo de “blancos y negros” —manchas alternas de arena y alga— me preparo para acechar a las corvinas. El agua está quieta, el descenso silencioso.
De improviso, una nueva vibración: un pequeño banco de palamitas irrumpe en escena, nervioso y curioso. Los peces se mueven veloces, cortando la luz, girando a mi alrededor.
El roller está neutro en mano, listo. Una palamita se separa del grupo, acercándose demasiado rápido. No hay tiempo para calcular: tiro al vuelo, instintivo. La lanza se va rápida y precisa, transformando el reflejo en realidad. El disparo no me desplaza, no altera la línea de mira. El animal reacciona con fugas poderosas y nerviosas, pero el carrete acompaña perfectamente cada arrancada, dejando que la tensión se absorba de forma progresiva. Es una acción breve e intensa, que confirma la reactividad de este fusil: instinto y fiabilidad, sin titubeos.
Corvinas y sargos en los bordes de posidonia
El otoño trae las condiciones ideales para mis pescas preferidas: los bordes de posidonia. Las praderas verdes se interrumpen dejando espacio a parches de arena luminosa. Es ahí donde corvinas y sargos se mueven con cautela, aprovechando la luz para camuflarse.
Me sitúo junto a un borde arenoso, cuerpo relajado, roller paralelo al terreno. El tiempo transcurre lento, el mar parece suspendido. Tras un rato, una corvina emerge del borde, curiosa pero prudente.
El fusil inmóvil, estable como si fuera una extensión natural del brazo. El disparo es suave, casi imperceptible: la lanza alcanza el objetivo, traspasándolo sin problemas. Estamos a más de cuatro metros de distancia. En estas situaciones el roller muestra toda su calidad: no es la velocidad lo que importa, sino la capacidad de permanecer neutro, silencioso y listo hasta el momento decisivo.
Conclusiones
El Sniper Evo Roller 95 es un fusil que sorprende por su madurez de diseño. No tiene excesos ni complicaciones innecesarias. Una vez en el agua, hace lo que promete: dispara recto, potente y en silencio. El sistema roller con elástico único hace que la carga sea rápida e intuitiva, sin penalizar el alcance. La ergonomía de la empuñadura, la linealidad del gatillo invertido y la estabilidad del casco oval completan un paquete realmente acertado. Es perfecto para la pesca en caída, en los bordes y sobre posidonia; menos indicado para la pesca en cuevas y en aguas muy turbias. Pero en su hábitat natural, es una herramienta fiable e inmediata, capaz de convertir cada ocasión en un disparo certero.
Es un fusil que no pretende asombrar, un arma sólida, concreta y sin florituras. Cuando llega el momento adecuado, responde sin vacilar. Un compañero que no traiciona y que en el corazón de septiembre sabe regalar la captura justa.